Celebramos el próximo día 14 de Abril el 82 aniversario de la
proclamación de la II República Española. En
el espacio de apenas cinco años y pese a la sistemática resistencia del poder
económico, militar y eclesiástico, la "república de trabajadores de toda
clase" inició la reforma agraria, instauró el estado laico, generalizó la
jornada laboral de 8 horas, reguló el derecho de huelga, potenció los convenios
colectivos, impulsó la educación, la ciencia, el arte y la cultura, reconoció
el derecho de voto a la mujer, legalizó el divorcio y aplicó una política
exterior de defensa de la paz y la democracia.
Por su orientación y realizaciones, la II República significó para amplios sectores sociales más derechos y más democracia.
Sin embargo, ese proyecto de país apenas esbozado fue truncado por el golpe militar-fascista de 1936. Los cuarenta años de dictadura que le siguieron desmantelaron esa obra y blindaron en el poder a una coalición de militares, banqueros y miembros de la jerarquía eclesiástica.
Pasados
bastante más de 30 años de la llamada
Transición, la crisis económica es utilizada para acabar con conquistas
duramente conseguidas haciendo a su vez que el marco político entre también en
crisis.
Las políticas que se aplican por el Gobierno
para beneficio insultante de la banca
y demás agentes responsables de la crisis, contrastan con las sangrantes cifras
de parados que no cesan de aumentar. Crece el miedo, la preocupación lógica de
las familias, crece el número de situaciones de ajuste empresarial
descaradamente oportunistas y, en definitiva precariedad y la temporalidad
alcanza unos niveles inasumibles. También asistimos a los casos continuados de desahucio de familias que son desposeídas
de sus viviendas por no poder hacer frente a créditos hipotecarios otorgados en
fraude de ley, y que suponen verdaderos atropellos a la ciudadanía, mientras
que desde el partido del Gobierno intentan reducir a la nada la Iniciativa
Legislativa Popular presentada en el Congreso. El poder del mercado determina al
poder político, desmantela los avances políticos y sociales y limita la
democracia. El sistema político, con la ley electoral como punta de lanza,
constriñe y falsea la participación y la voluntad popular. La reciente reforma
constitucional consagra el sometimiento del bienestar social a los intereses de
los especuladores y los banqueros.
Para el republicanismo, los valores de
justicia, libertad, igualdad y solidaridad son incompatibles con una política
económica, tan cicatera con los trabajadores como consentidora con los
poderosos, que el actual Gobierno lleva a efecto. El capitalismo es la negación
de la democracia.
Como un
elemento más, llega a esta fecha la Casa Real en el peor de sus momentos, y con
un desprestigio en aumento: los escándalos que se suceden continuamente, que
incluso han llegado al Parlamento, el descubrimiento de herencias en Suiza, la
implicación del yerno del Rey en delitos económicos y finalmente la imputación
de la infanta Cristina dejan al descubierto la imposibilidad de que una
familia, los Borbones en este caso, sigan ostentando la Jefatura del Estado.
Más que nunca se hace necesario que este país se rija de forma democrática en
esa institución. Es de todo punto incompatible la democracia con los derechos
de sangre. Es inadmisible la opacidad de los gastos que supone el mantenimiento
de la casa Real. La monarquía es incompatible con la democracia: nuestro país
lo ha demostrado. Es una condición necesaria, aunque no suficiente el cambio en
el modelo de la Jefatura del Estado.
Defendemos la laicidad del Estado, de
forma que las creencias religiosas queden en el seno de la conciencia personal
de las gentes. Igualmente afirmamos que la educación pública debe ser laica,
sin asignaturas de religión, ni privilegios para ninguna confesión religiosa.
No se puede seguir argumentando que los Acuerdos con la Santa Sede, de 1976 y
1979, son un muro insalvable para avanzar hacia una sociedad y una escuela laica.
Exigimos su denuncia y derogación.
Llamamos a la ciudadanía a extender la
movilización por la III República, vinculándola con las luchas concretas de las
trabajadoras y trabajadores, de los movimientos
sociales, de los jóvenes, del movimiento vecinal y, en general, con la
fuerza de la memoria de uno de los más destacados ejemplos de rebeldía, de
resistencia y de internacionalismo: el de las generaciones que en la Guerra
Civil y la lucha contra la Dictadura dieron su vida y su juventud por la
libertad, contra el fascismo.
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