Otro
crimen machista ha vuelto a producirse. La lacra de este tipo de actos sigue
repitiéndose.
Otro
lunes más ha sido necesario concentrarse en la Plaza de España, para mostrar la
repulsa unánime ante esta lacra social.
Desde
el Area de la Mujer de Izquierda Unida de Cuenca Ana Cruz, Coordinadora Local
de esta formación, ha procedido a la lectura de un artículo de Miguel Lorente
Acosta, publicado en el diario El País el pasado día 19, y que reproducimos a
continuación:
“Esa no se iba a salir
con la suya… Por mis cojones que si me dejas te mato, le advertí…”. Fue lo que
me dijo un maltratador, ya detenido, después de haber cumplido con su palabra…
Cuando se pierde
el nexo de causalidad de las cosas, la sorpresa se presenta como resultado, y
el resultado se interpreta como un accidente, lo cual es un error.
Los hombres asesinan a
las mujeres porque dentro de la relación crean una convivencia basada en la
violencia; y crean esa violencia porque su masculinidad los lleva a entender
que ellos, como hombres, deben hacerse respetar e imponer el criterio que
consideran más adecuado; y piensan de ese modo por una cultura construida sobre
la desigualdad que ha situado a los hombres y lo masculino como referencia
universal, y a las mujeres sometidas a sus dictados y órdenes. Por tanto, si de
verdad se quiere acabar con los homicidios y la violencia de género hay que
trabajar, y mucho, para romper con esa identidad en los hombres que lleva a la
violencia como forma de conseguir sus objetivos.
Para estos hombres, la
violencia no solo les ayuda a imponer su voluntad, sino que además al hacerlo
de ese modo los convierte en “más hombres”, por eso asumen las consecuencias de
su conducta criminal y se reivindican como hombres al entregarse de forma
voluntaria (aproximadamente el 74% lo hace) o por medio del suicidio (un 17% lo
comete tras el homicidio).
La sociedad está
cambiando, pero los cambios no están siendo los mismos en los hombres y las
mujeres. Las mujeres lideran unos cambios que rompen con ese corsé de roles y
espacios que les impedía incorporarse en igualdad a la sociedad y disfrutar de
libertad e independencia. En cambio, los hombres no cambian y permanecen en esa
idea de que “su mujer” debe hacer lo que se espera de ella, es decir, ser ante
todo una “buena esposa, madre y ama de casa”. Y cuando intentan imponer ese
criterio y la mujer no lo acepta, recurren a un mayor grado de violencia, y
cuando este aumento de la violencia también fracasa y la mujer decide no
continuar con la relación, se entra en la zona de riesgo del homicidio.
Todos estos elementos
están en las raíces de la violencia de género y de los homicidios, por ello hay
que abordarlos desde todos los frentes, pero de manera muy directa rompiendo
con esa imagen de “más hombre” que la cultura ha creado para el violento. Hay
que hacerlo con concienciación, con recursos para que las mujeres puedan salir
de la violencia y con educación para prevenir y evitar la construcción de esas
identidades violentas… Justo lo que no se está haciendo.
El precio de la libertad
de las mujeres no puede ser la muerte, ni el de la vida la sumisión.
¡CONTRA LA VIOLENCIA DE
GENERO, TOLERANCIA CERO!
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